Estarás de acuerdo conmigo que cuando en nuestro cuerpo aparece un síntoma, un dolor o una somatización se interrumpe nuestro proceder habitual. Normalmente nos enfadamos con el síntoma o intentamos suprimirlo con lo que sea.
En mi propia experiencia he descubierto que aquello que se manifiesta en nuestro cuerpo “molestándonos” de alguna forma, más o menos intensa, nos está indicando que algo dentro de nosotros ha dejado de estar en armonía. Para mí ha sido vital darme cuenta de que no era el síntoma en lo que tenía que poner mi atención, sino era en lo que el síntoma me estaba queriendo decir.
El cuerpo es un ser que habla muchos idiomas. Nos habla a través de su color, de su temperatura, de su forma. El cuerpo es un sensor, una red de información, un mensajero. Las sensaciones, las emociones se sienten en el cuerpo. El cuerpo es nuestro inconsciente. Utiliza la piel, las fascias y la carne para registrar todo lo que ocurre a su alrededor. Guarda en sus músculos, en sus órganos y en sus estructuras el recuerdo de experiencias emocionales que hemos tenido a lo largo de nuestra vida, y también las que no recordamos y/o sucedieron en nuestra etapa pre-verbal (es decir cuando éramos pequeños y no hablábamos todavía).
En mí he experimentado que lo que me provocaba la falta de armonía y derivaba en sintomatologías varias como dolores continuos de cabeza, contracturas en el cuello, dolores musculares, …, tenía su origen en una falta de conocimiento de mí misma. Conocer mi sombra, mi inconsciente (aquello que no reconocía en mí o no quería reconocer, fuera “positivo” o “negativo”) me permitió comprender la raíz de mi malestar y encontrar un enorme alivio.
Durante años estuve desconectada de mi cuerpo y mis somatizaciones eran constantes. Hoy mi cuerpo es mi brújula interior.
Creo profundamente que el cuerpo tiene una inteligencia muy superior a la de la cabeza. El cuerpo conoce cosas que la mente desconoce y una y otra vez hace lo que está en su mano para que le prestemos atención. Para mí el aprendizaje está en saber conectar con él y escuchar con atención lo que nos está diciendo con su lenguaje psicosomático y fisiológico. Procesar poco a poco las experiencias emocionales asociadas a sus mensajes es para mí una de las claves para recuperar tu equilibrio y bienestar.
